El amor que rompe silencios en las familias.

El amor que rompe silencios en las familias

Día a día vemos familias comiendo en un restaurant, en alguna reunión o simplemente haciéndolo en casa, y allí están sentados juntos pero cada quien buscando sus propios intereses; todos […]

Día a día vemos familias comiendo en un restaurant, en alguna reunión o simplemente haciéndolo en casa, y allí están sentados juntos pero cada quien buscando sus propios intereses; todos guardan sus pensamientos y se conocen pero a veces limitadamente.

Algo que noto hoy día es que las familias estamos sufriendo desintegración debido a estos propios intereses que han superado el gran amor que nos tenemos. Y me pregunto: ¿Acaso estamos siendo las familias controladas y separadas sin poder hacer nada? ¿Qué tanto dialogamos en nuestra familia? ¿Nos escuchamos cuando queremos platicar?

La diferencia de opiniones está causando el respeto por el interés de cada quien pero terminando con el compartir y el disfrutar en familia.

Y parte de esto me hace pensar nuevamente, ¿es acaso el estrés laboral o la rutina que vivimos la que nos hace buscar refugios en las cosas para así poder balancear el no sentirnos solos?, y, ¿sucederá esto al darnos cuenta que cada miembro de nuestra familia está tan ocupado viviendo su vida a su manera?

Justo ahora recuerdo mi niñez. Saliendo de la escuela al llegar a casa en ocasiones mi madre ya tenía preparado todo para irnos a comer a algún parque – mi padre, por su lado, dejaba el negocio en manos de los empleados para estar con nosotros y disfrutar a su familia. No teníamos que esperar a que fuera fin de semana ya que cualquier día era importante para disfrutarlo en familia. En el camino, mis padres conversaban sus vivencias diarias y nos platicaban sus vivencias pasadas. Yo observaba el panorama que íbamos recorriendo conforme a la velocidad del automóvil que mi padre conducía; me gustaba mucho ver los árboles (cada uno era distinto), observaba los letreros con los nombres de las calles, diferentes marcas de autos y hasta detallaba quienes íban dentro de ellos. También observaba lo que hacía la gente que caminaba por las calles, las cosas que vendían en los locales comerciales y los muchos letreros de propaganda que había en el camino. Mis dos hermanos y yo también teníamos juegos que inventábamos mientras disfrutábamos el paseo, como manitas calientes y adivinanzas. Nuestro auto nunca íba en silencio porque todos conversábamos y dialogábamos cuando se presentaba la ocasión. Finalmente llegábamos al parque y preparábamos todo para comer; colaborábamos todos en equipo. Después de comer, jugábamos en los columpios, pasamanos y resbaladilla, mientras tanto mis padres nos observaban recostados en el pasto donde mantenían sus conversaciones. Reíamos, gritábamos y corríamos felices. Hacíamos muchas preguntas a nuestros padres porque nos interesaba saber y aprender.

Ahora, cuando regresaba a casa me quedé dormida y comencé a soñar. Ví niños en un cuarto sentados que reían y se entusiasmaban, pero casi no se movían y parecían muy entretenidos ya que sus mentes estaban muy concentradas en una pantalla. Yo quería jugar afuera en el patio y ellos se molestaban conmigo porque no querían ser interrumpidos. Fuí a otro cuarto y vi a otros niños muy curiosos, ellos hacían la tarea escolar frente a una pantalla y no había libros ni papel, ni lápices; les pregunté si necesitaban ayuda y ellos dijeron: “no gracias tenemos toda la ayuda necesaria y el acceso a casi todas las respuestas en la computadora”. Comenzaba a sentirme ignorada y corría a buscar a mis padres quienes estaban trabajando frente a una pantalla también y lucían igual de entretenidos que los niños y ellos tampoco conversaban – todo era silencio. Todos a la vez se sentían triunfadores y parecían felíces.

Desperté muy desconcertada pensando que significó ese sueño. ¿Por qué donde quiera que yo miraba había una pantalla? ¿Acaso esa pantalla se había vuelto el miembro más importante en la familia? Y pensé y me dije: “todo está bien solo fue un sueño”.

Cada familia trata de encontrar la felicidad de acuerdo a sus necesidades individuales. Hay silencios en muchas familias; silencios que son difíciles de notar porque se van haciendo costumbre.

Pero de repente algo pasa que transforma: Surge un problema inesperado, algo repentino o de mucho dolor que hace que se rompa el silencio. Ahora todos hablan, también se comunican, se apoyan e incluso se dan mucho más afecto al tratar de solucionarlo – entonces es ahí donde nos damos cuenta que el amor por nuestras familias ante el desastre rompe ese silencio.

Después de un tiempo todo continúa … quizá llega el silencio o quizá comenzamos a conversar y conocernos más nuevamente.

Aquí te comparto algunos tips sobre “Desconectarse para conectarse.”

  • 1 – Colocar una canasta en casa, o en el restaurant, dependiendo de con quienes sea la reunión para que se depositen los celulares mientras se disfruta la convivencia.
  • 2 – Proponer turnos para que cada miembro pueda platicar algo de lo que vivió durante el día.
  • 3 – Educar a tus hijos sobre la importancia del tiempo con el uso del celular y crear conciencia en ellos.
  • 4 – Pasar 1 hora al día en espacios verdes andando en bicicleta, caminando, pescando, observando aves e insectos.
  • 5 – Disfrutar de una cena familiar sin tecnología todos los días.
  • 6 – Jugar un juego de mesa al día (o al menos un par de días a la semana) y conversar.
  • 7 – Ayudar a que tus hijos cumplan con una obligación al día, como por ejemplo, colgar o doblar la ropa, guardar los juguetes, guardar los alimentos después de comprarlos, poner la mesa, etc.

Autor Colaborador: Karina Santos.


Y tú, apreciado lector, ¿cuáles retos se te han presentado para mantener mejor comunicación en tu familia hoy en día? o ¿cuál tip utilizas para permanecer conectado a tus seres más queridos? Eres bienvenido a dejarnos tu comentario.

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